jueves, 27 de enero de 2011

EL baño: el rincón olvidado del fondo a la derecha


Si así de sopetón me pongo a reflexionar sobre esta estancia, recuerdo enseguida los elogios del maestro Tanizaki cuando nos relata ese baño idílico de un  monasterio: fuera del edificio principal, frío, austero, pulcro, poco iluminado, situado al abrigo de unos árboles y con vistas al jardín.
Más que un baño me resulta una experiencia. 

Es curioso, los baños que conozco están condenados a ser solo baños, estancias puramente funcionales, donde ni siquiera uno de sus elementos se atreve a poner una nota discordante sobre esa misión intrínseca.
Normalmente cuando un conocido nos muestra su hogar resaltamos estancias o aspectos que nos han resultado agradables, y no es habitual encontrar admiración por el baño.
En la época de estudiante, visitábamos nuevos bares, pub o restaurantes.
- Ya has visto el baño, nos solíamos decir, porque muchas veces nos encontrábamos allí guiños de buen diseño, pero eso ya pasó o al menos yo ya casi no los encuentro.
No es necesario irse a un aeropuerto para observar esa impersonalidad, pero ¿por qué en los aeropuertos, edificios que cuestan millones de euros, no dispone el usuario de un mínimo de privacidad en la estancia que se supone que debe ofrecerla? Sin duda, los baños de los aeropuertos merecerían una reflexión independiente.

Personalmente me produce cierta simpatía cuando me encuentro una de estas estancias queriendo ser algo más. Recuerdo un retrete en Francia compartido permanentemente por el escusado y una vitrina de libros.
Teníamos un piso en una pequeña ciudad costera, donde la ventana del baño, estaba situada dentro de la ducha a la altura de la vista, de forma que te ofrecía el placer de ver una de las calles principales sin ser visto.
El hermano de Emilie colgó un tremendo póster tras la puerta de su baño, donde aparecían minúsculas fotografías de decenas de atletas en traje de baño, donde se indicaba algunos datos personales como medidas y pesos. Era gracioso ver sustituido su nombre por un familiar o amigo.

Hay tantas formas de personalizar estos habitáculos marginados. ¿Por qué no los hacemos más divertidos, más funcionales, más expresivos?

David Ortega

No hay comentarios:

Publicar un comentario